Republicado desde Project Syndicate
DUBLÍN / CIUDAD DEL CABO - En las últimas semanas, el mundo se ha centrado en luchar urgentemente contra la pandemia de COVID-19 de rápida evolución. La Organización Mundial de la Salud, los gobiernos y los bancos centrales han actuado rápidamente para mitigar el impacto del virus, mientras que científicos, legisladores y expertos en salud pública comparten datos vitales a través de sofisticadas herramientas de seguimiento. Y la gran cantidad de personas que se han recuperado del virus da fe de la eficacia de la respuesta hasta la fecha.
Pero además de la nueva e inmediata amenaza COVID-19, el mundo también enfrenta una emergencia climática y ambiental sin precedentes. Los gobiernos y las empresas ahora deben comenzar a abordar el cambio climático con la misma determinación y urgencia que están mostrando en la lucha contra la pandemia.
Considere la contaminación del aire, que muertes aproximadamente siete millones de personas en todo el mundo cada año. A diferencia de COVID-19, esta amenaza no es nueva, proviene de múltiples fuentes y está estrechamente relacionada con la forma en que calentamos e iluminamos nuestros hogares, nos movemos y tratamos los desechos, hábitos diarios que están profundamente arraigados en nuestros estilos de vida y sistemas económicos. Enfrentar un desafío tan complejo requiere, por tanto, actuar en muchos frentes para reducir el riesgo de que se produzcan aún más muertes prematuras.
De hecho, si bien la respuesta COVID-19 ha demostrado el poder de la ciencia abierta y colaborativa y la acción rápida para hacer frente a las amenazas emergentes, también ha destacado problemas profundamente arraigados que limitan nuestra capacidad para responder a desafíos como el cambio ambiental global. En particular, el mundo se está dando cuenta de la posibilidad de que la pandemia, y las estrictas medidas introducidas para contenerla, puedan dar lugar a una recesión económica aún más profunda que la desencadenada por la crisis financiera mundial de 2008.
La naturaleza sistémica de tales riesgos también puede explicar por qué la acción climática hasta la fecha ha sido insuficiente. La ciencia es clara: las emisiones globales de dióxido de carbono debe declinar en aproximadamente un 45% con respecto a los niveles de 2010 para 2030 y llegar a cero neto a mediados de siglo si se quiere que el mundo tenga la oportunidad de prevenir un calentamiento global catastrófico. Pero aunque la necesidad de una acción gubernamental urgente y decisiva en esta área nunca ha sido mayor, los líderes políticos hasta ahora no han estado a la altura del desafío.
De hecho, el Secretario General de las Naciones Unidas António Guterres, advertencia En la conferencia climática COP25 de diciembre pasado, que “estamos destruyendo a sabiendas los mismos sistemas de apoyo que nos mantienen con vida” podrían ser las palabras más alarmantes jamás pronunciadas por un líder de la ONU. Tal como están las cosas, las contribuciones determinadas a nivel nacional de los países en el marco del Acuerdo de París tendría que ser cinco veces más ambicioso con el fin de limitar el calentamiento global a 1.5 ° C para 2050.
Asimismo, aunque un número creciente de empresas se comprometen a convertirse en carbono neutral, esta proporción debe aumentar significativamente. Demasiadas corporaciones e inversores multinacionales se resisten a adoptar políticas favorables al clima y ejercen una fuerte presión sobre los gobiernos, que a su vez no están dispuestos a tomar las medidas audaces y potencialmente impopulares que se necesitan. Sin embargo, un número relativamente pequeño de empresas de combustibles fósiles es responsable de una proporción significativa de CO global2 emisión,. Al poner un precio real al carbono, los gobiernos pueden poner en marcha un cambio controlado para alejarse de la dependencia de los combustibles fósiles.
Las plataformas digitales también pueden desempeñar su papel. Después de todo, Google y Facebook han eliminado información falsa sobre COVID-19, junto con ofertas que intentan sacar provecho de ella. También deberían considerar limitar la visibilidad de las personas que difunden información falsa sobre el cambio climático o de las empresas que dependen de actividades que ponen en peligro el clima.
Este año marca una coyuntura crítica para la acción climática global, y no solo porque se encuentra a mitad de camino entre la línea de base de 2010 para el CO2 emisiones y la fecha límite de 2030 para recortes significativos. También es un año extraordinario para las negociaciones ambientales, y se esperan nuevos objetivos de biodiversidad global para finales de este año (la reunión de octubre ya ha sido fecha limite pospuesta, debido a COVID-19), y la COP26 ahora programada para 2021. Con las promesas climáticas de los países pendientes de revisión, la COP26 será un momento decisivo que nos dirá si podemos evitar un desastre climático global.
Cualquier acción climática global debe comenzar considerando nuestra humanidad común y la necesidad de soluciones que sean justas y equitativas para todos. Debido a que la carga del cambio climático recae en mayor medida en los países menos responsables de causarlo, los más responsables, los países ricos y desarrollados, deben liderar el camino en la reducción de emisiones.
En muchos aspectos, los últimos 12 meses han sido alentadores, con respuestas creativas al cambio climático e indicios de cambios de comportamiento, como nuevas tendencias de prohibición de vuelos. Cientos de miles de escolares de todo el mundo han protestado contra la inacción climática, impulsada por los indomables. Greta Thunberg, mientras que la movilización climática de base ha alcanzado niveles sin precedentes.
Pero las políticas climáticas que ponen en desventaja a ciertos grupos pueden dar lugar a una reacción violenta, como las protestas de los "chalecos amarillos" que estallaron en Francia en respuesta a un aumento planificado del impuesto al combustible. Este malestar destaca la necesidad de poner la justicia social en el centro de nuestra respuesta climática.
En 2020, el mundo se encuentra en un punto de inflexión social. Los científicos y la sociedad civil deben alzar la voz de forma conjunta y hacer todo lo posible para garantizar que salgamos del lado correcto. Los jóvenes han instado a los líderes políticos a escuchar a los científicos. Y, como en su respuesta a la pandemia de COVID-19, la comunidad científica está lista para trabajar codo con codo con los gobiernos y las empresas para poner a la humanidad en un camino climático sostenible mientras gestiona las compensaciones del desarrollo de manera responsable.
La amenaza COVID-19 ha demostrado que los gobiernos pueden actuar con rapidez y resolución en una crisis, y que la gente está dispuesta a cambiar su comportamiento por el bien de la humanidad. El mundo debe ahora adoptar urgentemente el mismo enfoque ante el desafío existencial del cambio climático.
Mary Robinson, ex presidente de Irlanda y Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, es presidente de The Elders y patrocinador del Consejo Científico Internacional.
daya reddy es presidente del Consejo Científico Internacional.
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