Durante la última década, muchos de nosotros nos hemos acostumbrado a escuchar informes sobre la naturaleza problemática de la industria de la moda. Entre los diversos materiales utilizados en la moda, el poliéster en particular tiene mala reputación, y con razón.
La producción de fibras sintéticas, derivadas de combustibles fósiles como el petróleo y el gas, no sólo agota los recursos no renovables sino que también contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero y a la contaminación ambiental. De acuerdo con la Informe de Synthetics Anonymous 2.0 sobre la sostenibilidad de la moda, la cantidad de petróleo necesaria para la producción anual de fibra sintética supera el consumo anual de España, una estadística asombrosa que subraya la dependencia de la industria de los combustibles fósiles.
Luego está el problema de los microplásticos, un subproducto del lavado de prendas sintéticas, que contaminan nuestros océanos y vías fluviales. Dado que el poliéster es la fibra más utilizada en el mundo y se encuentra en más de la mitad de todos los textiles, sin duda merece ser examinado detenidamente. Sin embargo, centrarse únicamente en los sintéticos pasa por alto otro textil problemático: el algodón.
Mire la etiqueta de la prenda en el interior de la camiseta, chaqueta o pantalón que lleva puesto en este momento. Es muy probable que al menos algo que tengas puesto esté hecho de algodón. El más ampliamente usado natural fibra a nivel mundial, el algodón a menudo se percibe como una alternativa benigna y preferible a las fibras sintéticas como el poliéster; después de todo, es natural. En verdad, el algodón conlleva sus propios problemas medioambientales.
Según el organismo estadounidense Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el cultivo de algodón ocupa el 2.5% de la tierra cultivable del mundo, pero consume 200,000 toneladas de pesticidas y 8 millones de toneladas de fertilizantes al año, lo que representa el 16% y el 4% del uso mundial, respectivamente.
También se sabe que el algodón es un cultivo que requiere mucha agua en comparación con muchas otras fibras utilizadas en la producción textil. Por ejemplo, las fibras sintéticas como el poliéster o el nailon no requieren agua para crecer, aunque el agua is utilizados en sus procesos productivos. Las fibras naturales como el cáñamo o el lino también pueden requerir menos agua que el algodón, dependiendo de las condiciones específicas de cultivo.
La intensidad hídrica del cultivo de algodón es particularmente importante en regiones donde los recursos hídricos son limitados o donde la agricultura compite con otros usos del agua. Si bien las necesidades exactas de agua para el cultivo de algodón varían ampliamente dependiendo de factores como el clima, el tipo de suelo, el método de riego y la variedad específica de algodón cultivado, el WWF estima que la producción de una sola camiseta de algodón requiere alrededor de 2,700 litros (713 galones) de agua, el equivalente a lo cual podría sustentar a un ser humano durante dos años y medio. Este uso excesivo de agua contribuye significativamente al estrés ambiental.
Un claro ejemplo del impacto del algodón en los recursos hídricos es el Mar de Aral, un lago de agua salada que se encuentra entre Kazajstán y Uzbekistán. El mar de Aral, que alguna vez fue el cuarto lago más grande del mundo, ha quedado casi seco debido a un proyecto de riego de algodón iniciado por la Unión Soviética en la década de 1960. En la década de 2000, había perdido alrededor del 90% de su volumen, lo que provocó una serie de problemas ecológicos y sociales, incluida la pérdida de pesquerías, aumento de la salinidad y problemas de salud entre las poblaciones locales debido a las tormentas de polvo del lecho expuesto del lago. La desaparición del mar de Aral es uno de los ejemplos más infames de cómo las prácticas agrícolas insostenibles pueden provocar un desastre medioambiental.
Esto nos lleva a una cuestión más amplia relacionada con el algodón y otras formas de agricultura intensiva: la desertificación. La desertificación es el proceso por el cual la tierra fértil se convierte en desierto debido a diversos factores, entre ellos la sequía, la deforestación y la agricultura inadecuada.
Reconociendo la importancia de abordar la desertificación y la sequía, el 17 de junio se celebra anualmente el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Este día tiene como objetivo crear conciencia sobre la presencia de la desertificación y la sequía, resaltar métodos para prevenir la desertificación y recuperarse de la sequía, y promover la gestión sostenible de los recursos terrestres y hídricos.
Sabemos que una tierra sana es vital para la vida y proporciona el 95% de nuestros alimentos, refugio, ropa y medios de vida. Aún así, según la ONU, perdemos 100 millones de hectáreas de tierra sana anualmente debido a prácticas insostenibles. Abordar la sostenibilidad en el sector de la moda requiere una estrategia integral que vaya más allá de la producción textil responsable, pero es una gran pieza del rompecabezas. Medidas como la reducción del uso de agua y la disminución del consumo de productos químicos son esenciales para conservar recursos finitos, proteger los ecosistemas y mitigar las consecuencias sociales de las prácticas agrícolas insostenibles.
Fuentes:
https://www.un.org/en/observances/desertification-day
https://www.unccd.int/events/desertification-drought-day/2024