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La ciencia del amor

El amor es soñador y abstracto. La poderosa y caprichosa emoción parece estar muy lejos de los fríos y duros hechos científicos. Echemos un vistazo a lo que realmente está sucediendo en el cerebro cuando los dos se encuentran.

El amor a menudo parece inexplicable: la más misteriosa de las fuerzas que ha dictado siglos de filosofía, poesía y literatura. Pero en realidad el amor es una ciencia. Debajo de las mejillas sonrojadas, hay una serie de reacciones químicas complejas que tienen lugar entre el cerebro y el cuerpo.

De manera más simple, el amor romántico se divide en tres categorías: lujuria, atracción y apego. Cada categoría está identificada por un conjunto de hormonas liberadas por el cerebro. La lujuria libera testosterona y estrógeno, mientras que la segunda etapa, la atracción, libera dopamina, serotonina y norepinefrina, las hormonas que nos dan sensaciones cálidas y confusas. En la etapa final, el apego, el cerebro libera oxitocina y vasopresina. Mientras que la oxicodona nos da una oleada de emociones positivas, la vasopresina está relacionada con la movilización física y emocional. Biológicamente, ayuda a mantener la vigilancia y los comportamientos necesarios para proteger a una pareja o un territorio.

El flujo de sangre al centro de placer del cerebro ocurre durante la fase de atracción inicial, también conocida como la "fase de luna de miel", cuando sentimos una fijación obsesiva con nuestra pareja. Este comportamiento se desvanece aún más en la relación en la fase de atracción, a medida que el cuerpo desarrolla tolerancia a la liberación de estimulantes del placer. Durante la fase de apego, la vasopresina y la oxicodona crean una sensación de seguridad que permanece en el cuerpo a través de relaciones duraderas.

Por muy poco romántico que parezca, existe una fórmula para el amor. Sin embargo, aún queda una gran cantidad de investigación por hacer sobre el tema, y ​​muchos aspectos de la fuerte emoción que nos hace perder la cabeza siguen siendo un misterio.

¡Feliz día de San Valentín del Consejo Internacional de Ciencias!


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Foto por Paweł Czerwinski on Unsplash

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