A nivel global, los líderes mundiales están pidiendo que los investigadores ayuden a abordar los principales desafíos sociales. Mientras tanto, la crisis de la información hace estragos. Esto exige nuevas iniciativas y una cooperación internacional reforzada.
En muchos sentidos, la comunidad global se enfrenta al desafío de lo que parece ser una paradoja. No pasa un día sin que se advierta a los ciudadanos sobre la amenaza de la desinformación. Las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, pueden producir grandes cantidades de imágenes y textos falsos y difundirlos en amplias redes sociales. Se sabe que los líderes populistas distorsionan los hechos y utilizan verdades a medias para convencer a los votantes, aprovechando las emociones y la identidad. Esto crea confusión y distrae la atención.
EL Foro Económico Mundial anunció en su informe de riesgos a principios de 2024 que la desinformación constituye “la mayor amenaza a la democracia hasta la fecha”. Especialmente en un año con elecciones importantes como las presidenciales de Estados Unidos y las elecciones al Parlamento Europeo, hay motivos para preocuparse. La presión está aumentando en las plataformas de redes sociales, donde los chatbots, personas influyentes y “expertos” alternativos pueden fácilmente engañar a los ciudadanos con afirmaciones sensacionalistas pero dudosas.
Pero ésta es sólo una cara de la historia. Los estudios muestran que los ciudadanos de todo el mundo exigen más información objetiva que nunca. Esto se refleja en encuestas en las que los ciudadanos manifiestan un claro interés en medios editoriales de alta calidad y asesoramiento científico en la toma de decisiones políticas. Cuando la pandemia de COVID-19 azotó a la comunidad mundial, la población acudió a las autoridades médicas y a las comunidades de expertos para realizar consultas. No las redes sociales.
Un análisis realizado por el proyecto “Conocimiento y Democracia” en Dinamarca ha demostrado recientemente que una gran mayoría de ciudadanos quiere que los investigadores desempeñen un papel más activo en los debates públicos y se comprometan más activamente con la sociedad. Lo que parece ser una paradoja en la superficie resulta ser una causa y efecto natural. Cuando los ciudadanos y los políticos se ven desafiados por una sobreabundancia de información errónea, parecen exigir asesoramiento, comunicación y evidencia de mayor calidad para la toma de decisiones.
Consejo Científico Internacional e INGSA
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Está más allá de toda duda razonable que vale la pena invertir en políticas basadas en evidencia y una mayor presencia de asesores científicos en la toma de decisiones públicas. Nuestra respuesta a la actual crisis de información no debe ser la censura o la exigencia de “verdades públicas” autorizadas que circulen por agentes autorizados de los medios estatales. En cambio, la respuesta a la crisis mundial de la información debe ser mejorar la calidad e integridad de la información. Una forma de lograrlo es otorgar a los investigadores y expertos un papel más destacado en los procesos de toma de decisiones políticas, no como tomadores de decisiones sino como asesores.
Ahora bien, uno podría pensar que los mecanismos para promover las habilidades de los investigadores para comunicarse y asesorar a los formuladores de políticas serían un problema de lujo en democracias avanzadas como Dinamarca y Quebec.
Pero eso está lejos de ser el caso.
En todas partes del mundo, incluidas América del Sur, África, Asia y Medio Oriente, se necesitan soluciones basadas en evidencia y cooperación en materia de asesoramiento científico. Esto es especialmente cierto en áreas como las vacunas, la salud, el clima, la energía, la agricultura y la alimentación. En estas áreas, la evidencia y la investigación pueden salvar vidas y garantizar un futuro justo y sostenible. Que los gobiernos del mundo escuchen a los investigadores y estén informados por el conocimiento basado en la investigación puede ser el factor determinante crucial cuando los gobiernos toman decisiones sobre acción climática, protección ambiental, crecimiento económico, regulación de la inteligencia artificial y preparación para nuevas epidemias.
La historia habla por sí sola. A la comunidad mundial le llevó demasiado tiempo movilizar conocimientos y pruebas para combatir la epidemia del VIH en los años noventa. Ha llevado demasiado tiempo crear la conciencia necesaria sobre los efectos negativos del tabaco y el alcohol. Y aunque todo el mundo está cansado de oír hablar de ello, se está tardando demasiado en implementar medidas efectivas de política climática, incluso si el consenso científico se ha establecido durante años.
Lo que nos dicen estos ejemplos es que no sólo necesitamos producir más y mejor ciencia, sino que nuestros entornos de investigación deben estar mejor equipados para asesorar a los políticos y gobiernos del mundo. El valor del conocimiento sólo se materializa cuando se traduce y circula entre ciudadanos, empresas, autoridades, pacientes y cualquier otra persona que necesite tomar decisiones basadas en el conocimiento más reciente y confiable.
Cuando los políticos, el gobierno y los ciudadanos tienen acceso a asesoramiento basado en investigaciones, las posibilidades de encontrar soluciones más efectivas son simplemente mayores. Por tanto, es importante que los investigadores interactúen con los políticos. Pero también que los gobiernos escuchen mejor a los expertos independientes y a los comités asesores que pueden ayudar a elevar la calidad de la toma de decisiones.
Como catalizador de este desarrollo, en 2014 se fundó una asociación internacional de profesionales del asesoramiento científico, conocida como Red Internacional de Asesoramiento Científico Gubernamental (INGSA). Desde su creación, la asociación ha atraído a 5000 miembros de 130 países, lo que la convierte en una organización científica verdaderamente internacional. El próximo mes, la asociación convocar para su décimo aniversario en Kigali, Ruanda, para una conferencia que reúne a investigadores, expertos, líderes gubernamentales, fundaciones y universidades. El objetivo de la conferencia es fortalecer el llamado global a favor de intervenciones y soluciones políticas basadas en evidencia.
Específicamente, creemos que es necesario que los líderes mundiales desarrollen instrumentos y mecanismos que permitan a los científicos explicar, traducir y comunicar mejor el conocimiento en beneficio de los debates políticos y democráticos en áreas como el clima, la biodiversidad, la democracia digital y los recursos. ciencias económicas.
Esto se aplica en todas partes. En Dinamarca tenemos un alto nivel de educación superior y nuestra administración pública está bien equipada para utilizar el conocimiento científico. En Quebec, hemos ido un paso más allá e institucionalizado el asesoramiento científico en la oficina del Científico Jefe. Pero aunque estas estructuras son importantes, no son suficientes. Es necesario trabajar más para acercar la investigación a la sociedad. Requiere una cultura política y exige experiencia, así como líderes que no tengan miedo de interactuar con ideas disruptivas pero que puedan ver el potencial de utilizar la mejor ciencia cuando es necesario tomar decisiones difíciles.
Aviso: La información, opiniones y recomendaciones presentadas en este artículo son las de los contribuyentes individuales y no reflejan necesariamente los valores y creencias del Consejo Científico Internacional.
Rémi Quirion es profesor y científico jefe de Québec. Es el presidente de la Red Internacional de Asesoramiento Científico Gubernamental (INGSA). David Budtz Pedersen es profesor de comunicación científica en la Universidad de Aalborg y miembro activo de INGSA.